Mis intentos fallidos de hacer discípulos no se deben tanto a la falta de conocimiento como a la falta de quebrantamiento.
Nuestro llamado a hacer discípulos no está escondido dentro de un enigma en las páginas de la Biblia. No hay ningún código secreto que descifrar para descubrirlo.
Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones… (San Mateo 28:19 RVC)
La actividad de hacer discípulos no aparece de la nada… así como no se techa una casa sin que primero haya cimentación y muros.
Alguien tiene que ir.
La gente sin Cristo no cuenta con una predisposición para buscarlo. Los que sí conocemos al Señor experimentamos una conversión en nuestra manera de pensar. Ahora entendemos que el mundo no está para servirnos a nosotros… nosotros estamos para servir al mundo.
Quiere decir que nosotros vamos primero. Y seamos claros: Ir a la gente ya congregada en otros rebaños no es el “ir” que Jesús manda. Hemos de ir en el mismo espíritu que el Apóstol Pablo…
“Fue así como me esforcé por predicar el evangelio, no donde Cristo ya hubiera sido anunciado, para no edificar sobre fundamento ajeno, sino, como está escrito: «Aquellos a quienes nunca les fue anunciado acerca de él, verán; y los que nunca han oído de él, entenderán.»” (Romanos 15:20-21 RVC)
Alguien tiene que ir a donde es difícil ir.
A los que poco o nada saben de nuestro Dios… y poco o nada saben de las buenas nuevas que contiene nuestra Biblia. En estos casos, es difícil empezar hablando de Dios. Nuestro modo de vivir y nuestra presencia compasiva y confiable nos abrirán puertas. Requiere tiempo para forjar unos vínculos de amistad. Un ambiente ya construido de amor y respeto acarreará más peso a nuestro testimonio a la hora de compartir el mensaje de Cristo.
A los que supieron de Jesús, pero decidieron no seguirlo. Muchos cometen el error de ver el camino de Cristo como una religión más de “cumple, pórtate bien, no la riegues antes de morir… o vas al infierno siempre.” No han visto ni sentido cómo es una vida llena de Jesús, llena de paz, esperanza, y comunión íntima, mientras esperamos ser trasladados a su presencia para siempre.
A los que fueron maltratados—hasta abusados—por algunos que decían ser representantes de Dios. Fueron traicionados de la peor manera.
Hemos de ir porque Dios manda que vayamos. Pero curiosamente, no podemos hacer que nadie le siga a Jesús. Necesitamos más de lo que podemos dar. Hacer discípulos es el oficio más difícil de todos—hasta que se convierta en el más fácil.
Amy Carmichael, misionera y autora de antaño, compuso un poema titulado Palabras de Fuego.1 Clama a Dios así: “O Dios, mis palabras están frías.”
Luego le llega la respuesta:
Tendrás palabras Pero a costo de que primero seas quemado… No de otra manera, ni por un toque más ligero, Se labran palabras de fuego. (Traducido por GGS)
Repito: Mis intentos fallidos de hacer discípulos no se deben tanto a la falta de conocimiento como a la falta de quebrantamiento.
Veo el pleno quebrantamiento como una meta distante. Aun no me he adueñado de él. Poco me ha ayudado el predicar de domingo en domingo. Lo que hoy me ayuda es la comunión espiritual con otros que comparten el mismo anhelo de vivir “Cerca, más cerca, ¡oh Dios, de Ti!”2
A veces, una oportunidad de sobremesa se vuelve una gran lucha interna: “Ve, Greg… ya llegó la oportunidad que esperabas… ¡atrévete ahora!” Siempre que lo hago, se me sobreviene una sensación de alivio, ligereza de espíritu y una fuerte confianza en Quien hará lo que quiera con la palabra del evangelio sembrada.
Compartir el evangelio nunca es en vano.
“pues Cristo no me envió a bautizar, sino a predicar el evangelio, y esto, no con palabras elocuentes, para que la cruz de Cristo no perdiera su valor.” (1 Corintios 1:17 RVC)
Citado por Rachel Starr Thomson en su blog: FIRE WORDS